un te quiero iba y un te amo venía. vivimos en un régimen de inequidad de palabras un tiempo. no sé si fue poco o mucho, no sé si pasaron semanas o meses. llegó un momento en que dejé de contar y sin presiones, pensé. como pocas cosas en mi vida, no lo tenía planeado.
y como siempre, de la nada me invitó a dar un paseo sin rumbo (al menos eso decía). y conducía el auto mientras yo no podía mirar el camino ni las luces, ni menos fijarme en las arboledas o la carretera. cómo quedarme prendida en otra cosa si tenía su maravillosa forma de ser instalada a unos centímetros de distancia. sonreía sin saber por qué y sabiéndolo al mismo tiempo. cantamos y reímos, tan felices como si hubiésemos descubierto en ese instante cómo se sentían los protagonistas de mi pelicula favorita, esa que vimos juntos sin saber lo que vendría.
a cientoveinte y más, nos dirigimos al refugio de los dos, una vez más, o fue la primera, ya no sé. en la inocencia y ansiedad del comienzo de nuestra historia, instauramos sin saber el ritual más propicio para hablar y mirarnos, mirar y hablarnos con esas miradas: una noche de cocina y un par de tragos para amenizar. era invierno, eso lo recuerdo bien, porque estaba la bosca encendida desde que llegamos. rió como un niño de cinco años y me dijo que tenía una sopresa.
nos sentamos codo a codo, de frente hacia el calor de la madera quemándose... y entre uno y otro marshmallow, se escapaban las cenizas jugando entre mis sinceras pestañas agitándose. entretanto, con la sonrisa en los labios y mi mano en su mano, se escapó gustoso mi primer te amo.
para ti, porque no hay nadie como tú. a ti se dirigen mis palabras, llenas de vida propia y de tantas cosas que aún no sé escribir. a ti y sólo a ti, amor del momento, amor de la vida.
y como siempre, de la nada me invitó a dar un paseo sin rumbo (al menos eso decía). y conducía el auto mientras yo no podía mirar el camino ni las luces, ni menos fijarme en las arboledas o la carretera. cómo quedarme prendida en otra cosa si tenía su maravillosa forma de ser instalada a unos centímetros de distancia. sonreía sin saber por qué y sabiéndolo al mismo tiempo. cantamos y reímos, tan felices como si hubiésemos descubierto en ese instante cómo se sentían los protagonistas de mi pelicula favorita, esa que vimos juntos sin saber lo que vendría.
a cientoveinte y más, nos dirigimos al refugio de los dos, una vez más, o fue la primera, ya no sé. en la inocencia y ansiedad del comienzo de nuestra historia, instauramos sin saber el ritual más propicio para hablar y mirarnos, mirar y hablarnos con esas miradas: una noche de cocina y un par de tragos para amenizar. era invierno, eso lo recuerdo bien, porque estaba la bosca encendida desde que llegamos. rió como un niño de cinco años y me dijo que tenía una sopresa.
nos sentamos codo a codo, de frente hacia el calor de la madera quemándose... y entre uno y otro marshmallow, se escapaban las cenizas jugando entre mis sinceras pestañas agitándose. entretanto, con la sonrisa en los labios y mi mano en su mano, se escapó gustoso mi primer te amo.
para ti, porque no hay nadie como tú. a ti se dirigen mis palabras, llenas de vida propia y de tantas cosas que aún no sé escribir. a ti y sólo a ti, amor del momento, amor de la vida.
1 comentario:
un te amo gustoso, indeed. se hizo esperar, más bien se hizo acompañar del momento indicado y dos almas en sintonía.
salud por el amor, y las palabras que lo celebran. salud por ustedes...
Publicar un comentario